Algunas reflexiones sobre las frases “objetivamente desordenado” e “intrínsecamente desordenado (o malo)” en el discurso actual de la Iglesia con referencia a asuntos LGTB

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En febrero 2020 fui una de las  personas invitadas por algunos católicos con cargos de responsabilidad a que ofreciéramos unas breves reflexiones sobre el uso de las expresiones mencionadas, con especial referencia al Catecismo en vigor. La intención era que ellos pudieran compartir estos puntos de vista con otras personas con cargos bastante más importantes que el mío. Desconozco cómo fueron recibidas estas observaciones, pero ahora me siento libre para hacerlas públicas.

  1. No existe nada en la revelación divina acerca de las relaciones sexuales entre adultos del mismo sexo que consienten, que comparten cierta igualdad social y que no sean parientes cercanos.
  2. Es cada vez más evidente que todo uso de la Sagrada Escritura para prohibir tales relaciones implica malas interpretaciones fundamentalistas y actualizaciones falsas de textos que se refieren a diversas realidades del mundo antiguo.
  3. Así que toda tentativa de prohibir tales relaciones tiene que deducirse de la ley natural.
  4. Haciéndolo de esta forma hay que mostrar que tales relaciones son malas no a causa de un decreto antiguo atribuido a Moisés, sino porque serían “malas en sí”.
  5. Para mostrar que unos actos son “malos en sí” es necesario definir qué actos serían “buenos en sí”
  6. La definición que se consolidó en el siglo XIII era que un acto sexual abierto a la posibilidad de la procreación, y entre personas de sexo opuesto que están casadas, es aquello que constituye un acto sexual auténtico: el único tipo que, por su propia naturaleza, rinde gloria a Dios.
  7. Todo supuesto acto sexual que no intente alcanzar este estatus se aleja de alguna manera de su verdadero objetivo. Todo supuesto acto sexual que no pudiera lograr de manera alguna su verdadero objetivo (al ser, por ejemplo, entre personas del mismo sexo) es intrínsecamente desordenado – “malo en sí”.
  8. Sin embargo, esta deducción evidente de la bondad del acto sexual a partir del acoplamiento reproductivo de una especie bi-gametal sólo funciona como criterio en la medida en que se dé por sentado que aquellos adultos del mismo sexo que consienten, que comparten cierta igualdad social y que no sean parientes cercanos, estuvieran de alguna manera intentando alcanzar aquello que se alcanza en un acto sexual auténtico que se define puramente en términos de reproducción bi-gametal.
  9. Pero estas personas dicen que no es esto lo que están intentando: están compartiendo placer e intimidad dentro de una amistad.
  10. Para mantener entonces la prohibición, es necesario describir no únicamente el acto, sino también la tendencia hacia la regular realización de tales actos, el marco de deseo que lleva consigo, como algo “que se aleja de su rumbo debido”.
  11. Esto significa afirmar que el estatus corporal de un ser humano en una u otra forma de una especie que se reproduce de manera bi-gametal invalida de manera automática e inherente un marco de deseo que podría llevar tal ser humano a preferir la compañía sexual de otros portadores del mismo gameto.
  12. Dicho en otras palabras, ello supondría que un hombre gay o una mujer lesbiana busca automática e inherentemente su plenitud en relaciones con una persona del sexo opuesto. A pesar de la fuerza del deseo que aparentemente los lleva a expresarse en relaciones con alguien del mismo sexo, su deseo está, de hecho, alejándose de su rumbo debido, y sin importar que esa persona no lo sienta así en absoluto. O sea, el deseo es “objetivamente desordenado” – desviado con respecto a su objetivo.

Todo esto, conviene recalcarlo, se reduce en el fondo a dos afirmaciones: “es malo en sí” y “si para comprender que es malo en sí necesitas una razón, es que en realidad no eres aquello que piensas ser”.

De modo que, por un magistral juego de prestidigitación, se consigue hacer de una prohibición derivada de la ley extrínseca una prohibición de la ley intrínseca. ¡Oh, Gálatas insensatos…!

De hecho, la afirmación de que tu cuerpo automáticamente y de por sí “apunta” a una finalidad concreta, y de que el tipo de deseo que tú tienes está equivocado si no sigue ese rumbo, no es más que una manipulación por parte de otros de tu sentido de la realidad: intentan convencerte de que estás de alguna manera engañado para poder así controlarte mejor. Se trata de algunas personas – supuestos peritos – que afirman “saber” algo verdadero sobre ti que tú no conoces. Y que, además, tienes que fiarte de ellas y aceptar no ser el ser humano plenamente capacitado que eres. Hoy en día tales afirmaciones únicamente las pueden hacer de manera apropiada los peritos cuando existe una patología científicamente demostrable. Sin embargo, en este caso la afirmación es puro farisaísmo, y deja al creyente LGTB a la merced de charlatanes que prometen curación.

Es más, la distinción entre el cuerpo y el deseo de la cual depende la afirmación ya no es sostenible, puesto que la química interna y la neurobiología que producen los distintos modelos del deseo no son en absoluto menos corporales que las partes visibles del cuerpo. Una orientación sexual estable es igual de corporal que nuestros órganos genitales. Y por esto, es igualmente portadora de una tendencia inherente orientada a rendir gloria a Dios.

Volvamos entonces al primer punto:

No existe nada en la revelación divina acerca de las relaciones sexuales entre adultos del mismo sexo que consienten, que comparten cierta igualdad social y que no sean parientes cercanos.

La única enseñanza que tiene la Iglesia en esta materia es negativa: una tentativa de mantener una supuesta prohibición antigua al definir a las personas homosexuales como personas heterosexuales defectuosas.

Creo que la única forma que tiene la Iglesia de mantener esa supuesta prohibición antigua es recurriendo al arte de la prestidigitación, sea con lenguaje aristotélico, sea con algún equivalente moderno.

Fuera del cristianismo (p.ej. en el islam o el judaísmo) las prohibiciones divinas pueden sobrevivir sin que tengan una razón de ser humanamente razonable. Dentro del cristianismo, que no reconoce una ley extrínseca, y por ende tampoco reconoce mandamientos voluntaristas, la razón dada para una prohibición divina tiene que corresponder a la naturaleza de las personas involucradas: una naturaleza que es auténticamente capaz de ser descubierta humanamente.

Dicho de otra manera: si no puedes convencer a la gente homosexual que el sexo homosexual es automáticamente equivocado porque no son personas realmente homosexuales, y por esto no estarían actuando según su naturaleza, entonces has fracasado en mantener la prohibición. Mantienes en vez de esto algo así como una “norma del club”, y buscas vestirla con un poder sacro. Esto es un pecado contra la catolicidad, puesto que crea el grupo de “los de fuera” por contraste con el cual “los de dentro” son los buenos.

Y entonces nos damos cuenta de que en el momento en el cual dejas de exigir a la gente gay y lesbiana que se vean como si no fuesen tales, sino más bien heterosexuales defectuosos, y dado que no existe nada en la revelación divina acerca de las relaciones sexuales entre adultos del mismo sexo que consienten, que comparten cierta igualdad social y que no sean parientes cercanos, entonces te ves enfrentado al hecho de que la Iglesia no tiene propiamente hablando ninguna enseñanza sobre la materia, ya que todos sus intentos de enseñar en esta materia han dependido o bien de malas lecturas de las Sagradas Escrituras, o bien de afirmaciones falsas acerca de quiénes son verdaderamente las personas en cuestión, o bien de ambas cosas a la vez.

Conclusión:

  1. Las frases “intrínsecamente malo, o desordenado” y “objetivamente desordenado” son de toda evidencia profundamente inútiles en términos catequéticos y pueden ser seriamente dañinas.
  2. Sin embargo, el mero cambio de la terminología aristotélica a frases como “malo en sí” o “alejándose de su rumbo debido” no cambiaría las cosas. Aunque la mona se vista de seda mona se queda.
  3. La enseñanza actual en esta área está enteramente basada en una deducción negativa con respecto a lo que una persona es con la finalidad de mantener una prohibición: para mantener su validez necesita hacer de una persona homosexual una persona heterosexual defectuosa.
  4. A partir del momento que quitas la deducción negativa reconoces la inaplicabilidad de la prohibición, y la Iglesia cae en la cuenta de que no tiene enseñanza formal alguna en esta área;
  5. De modo que tenemos que preguntarnos cuáles serían las formas de crecimiento personal apropiadas para los portadores de la realidad que es, de hecho, una variante minoritaria no patológica y que se da de forma constante en la condición humana.

Y esto significa que somos nosotros mismos, los creyentes LGTB, aquellos que, con el apoyo de la Iglesia, tenemos que saber elucidar en primera persona (plural y singular) aquellas formas de crecimiento personal que nos son apropiadas, a lo largo del tiempo.

James Alison, Madrid, agosto de 2020
Mis agradecimientos a mi amigo Julio Puente López por haber mejorado mi castellano. JA